Reseña de Sexus de Henry Miller
Por Omar Colío
¿Qué temas debe abordar la literatura? Desde su creación la literatura ha abordado una cantidad innumerable de géneros, desde lo épico y lo religioso hasta enfocarse en géneros más modernos, desacralizados, seculares, géneros más populares, la literatura como entretenimiento. Entre estos hay quien prefiere la literatura policiaca, hay otros que gustan de los thrillers, hay quien prefiere la novela rosa, la literatura de terror siempre será una de las más leídas, lo mismo que la literatura fantástica, hay quien prefiere la literatura con contenido político o filosófico, la comedia y la sátira siempre han estado presentes, el realismo tiene una importante cantidad de seguidores y recientemente los best sellers son por lo general novelas comerciales que se hacen con una especie de “fórmula mágica” diseñada por el departamento de marketing para agradar al lector casual. Pero de todos los géneros, mi favorito es el género que considero se volvió el género definitivo de la literatura en el Siglo XX, la literatura sin trama, prosa libre, literatura que simplemente pretende hablar de la vida, la literatura del yo. Henry Miller es el maestro de la literatura del yo.
Este estilo comenzó en sus primeros trabajos, los magistrales Trópico de Cáncer y Trópico de Capricornio, que por su lenguaje y temática causaron un escándalo en la época de su publicación, pero evoluciona en algo más ambicioso en esta obra, Miller lanza un largo flujo de consciencia en el que habla de la vida, de todo lo que observa, la maravillosa cotidianidad, tan llena de secretos, Quién habría sospechado que Henry Miller, un tipo de barrio que vivía en un pequeño apartamento en Brooklyn con su mujer y su hija, que trabajaba para la corporación cosmodemónica de telégrafos, era secretamente un genio capaz de erizarnos, conmovernos y ponernos cachondos por un siglo.
La novela describe la vida cotidiana neoyorkina de los años veinte, muy alejada de las apariencias del puritanismo hipócrita de la sociedad. Es el pináculo de la novela erótica ya que no se queda únicamente en las divertidamente fogosas y deliciosamente realistas descripciones del acto sexual, sino que las contextualiza en el seno de su vida, la cual da vueltas en la cabeza del lector ya que la historia se nutre de personajes genuinos, absolutamente humanos, cada uno de ellos con increíbles historias de vida, todos nublados por la niebla que esparce sobre ellos el cáncer del tiempo y su condición de clase en el mundo en ruinas del periodo entre guerras.
Miller desnuda la vida y se la coge, y de su orgasmo mental sale una prosa poética que te marea, que te excita, a veces es pasional y veloz, pero casi siempre es lenta, como la caricia de un amante, es el letargo de estar vivo, de observar todo lo que ocurre a tu alrededor, porque como dice el Talmud: “a donde voltees, hay algo que ver”. El ritmo de la prosa depende de ritmo de los movimientos de los personajes, del ritmo de sus viajes en metro, del ritmo de la ciudad, del ritmo del universo que se mueve a diferentes velocidades y que a veces se queda quieto por siglos, es una prosa ardiente que quema el alma provocándole una herida dulce y eterna. Este no es un libro para eyaculadores precoces, es para lectores hedonistas que disfruten la prosa lenta, poética y placentera, llena de carne, toda la obra tiene la suave textura de la carne, las partes eróticas y las que no lo son, Henry Miller es un cirujano, disecciona la piel del tiempo con un bisturí, lo hiere, diagnostica sus enfermedades, extirpa bazos, hígados, huesos, corazones, testículos, senos, ovarios y penes.
La prosa de Miller es una fiebre crónica, mayestática, épica, mística, desértica, deja en la lengua una sensación salada, una réplica del sabor que te queda después de lamer los jugos calientes de una deliciosa vagina. Leer a Henry Miller es como leer el Antiguo Testamento, es la misma prosa, dictada por el mismo dios hebreo a Moisés y a Henry Miller. Miller no es judío, pero chupa la pulpa hebrea de todos los judíos a su alrededor, es una cultura por la que confiesa tener fascinación, los ha observado por años, ha visto su fuerza secreta, su manera de sobrevivir a toda costa como las cucarachas, admira su sufrimiento y su escatología, no es extraño que se enamore de una chica como Mara, una joven fichera envuelta en la niebla del misterio de su vida personal a la que Miller decide abrirle su corazón y amarla con todas sus fuerzas, tomando la misma actitud sumisa que Don Quijote tuvo hacia Dulcinea, así que le entrega su alma, todo su ser, dedica su vida sólo a amarla, establecen una relación que comienza muy pasional y muy febril, pero que poco a poco se va enfriando, hasta llegar a la temperatura tibia ideal para las relaciones a largo plazo, en cuanto avanza el libro van surgiendo los problemas, la relación los vuelve emocionalmente inestables ¡Oh! ¿Cómo entregarle tu alma, tu vida a alguien que no hace lo mismo? Miller resiente que Mara no le cuente sobre su tormentosa vida personal, que juegue a ser misteriosa, él la ama desde la primera vez que bailó con ella, y ella lo ama y lo necesita a él, eso es seguro, pero no confía en él y eso lo hiere y lo vuelve inseguro, ¿Pero cómo va a confiar en él si no es lo que se dice un hombre fiel? (aunque sin duda es un hombre leal) y además está casado. Y así pasan la vida, arrimando sus cuerpos para juntar sus tristezas y cogiendo en inmundos hoteles, cogiendo en habitaciones llenas de mugre y moho y cucarachas, cogiendo en taxis, cogiendo en parques, cogiendo en la acera, cogiendo, cogiendo, cogiendo, ¡Guau! ¡Guau! ¡Guau!
Miller está casado, pero le da igual, odia a su esposa, la desea, su cuerpo lo excita, lo vuelve loco como a un animal, pero la odia. Odia que ella lo quiera en casa como un marido convencional, odia que se enoje porque sale de la jaula en la que viven, que se enoje porque se dedica a vivir, odia que le recrimine ser lo que es, era feliz de cogérsela cuando eran novios, pero ahora que están casados y tienen que criar una hija la odia y por eso escapa de ella con sus amigos o con Mara. Huye de esa vida convencional, plástica, llena de moderación y aburrimiento, finalmente abandona a su familia y se va a vivir con Mara, que es inteligente y sagaz y chispeante, es un fuego vivo que quema a todos los que se le acercan, pero en el fondo sigue siendo una niña que cambia de personalidad, se convierte en Mona, se reinventa como artista de teatro, todo este vertiginoso viento que golpea a Miller hace que se agudicen los problemas, que su amor incondicional pierda fuerza y que empiece a buscar consuelo en otras mujeres, inclusive en su exesposa, con la cual mantendrá relaciones sexuales en varias ocasiones, incluida la que es mi parte favorita del libro porque a mi juicio es la mejor escrita, el trío que hace con ella y su vecina.
Las aventuras sexuales de Miller son un lujo, las descripciones de todos estos encuentros son prodigiosas y orgásmicas, este libro te pone tan caliente que te pone a sudar, es el libro más erótico de un escritor de literatura erótica, pero el lector podrá apreciar que en el fondo el sexo sólo es una alegoría de los instintos puros, el autor cree que si nos dejáramos llevar por nuestros impulsos no existirían los horrores de la humanidad, está en contra de la regulación, la autoridad y la excentricidad, no es partidario del exceso en sí, la regulación la dan los impulsos mismos, hay que ser lo que somos, hay que permitirle al cuerpo y al alma dictar nuestras acciones. ¡Hay que hacer lo que nos hace felices!
A pesar de ser bastante cínico no es nihilista ni pesimista, su prosa, el mensaje profético que grita al mundo, es un mensaje de pura lujuria, por lo tanto es un mensaje positivo. Es un crítico de la realidad capitalista que odia, la cual diferencia de la vida, que vive con lujuria, con hedonismo, a su vez es un escritor con conciencia de clase, su prosa tiene compromiso político y poético.
Miller, poeta del proletariado, camina por las calles con el alma desnuda, excitado, con una gran erección sólida en sus pantalones, el sólo hecho de estar vivo es lo que le causa esa erección, tiene lujuria por vivir, una lujuria insaciable, imposible de acallar, poco a poco va a cediendo a su animalidad y lo disfruta, disfruta ceder a sus instintos, ladra, aúlla, gime, grazna, muerde, su escritura es un orgasmo que chorrea en todas direcciones, puede dar saltos de veinte años hacia el pasado o hacia el futuro sin previo aviso, también en este libro tienen lugar sus clásicas imágenes surrealistas, que ciertamente dispara en menor medida que en los “Trópicos” pero que son otro elemento que vuelve del lenguaje de esta novela una obra maestra.
En el fondo el objetivo del autor al escribir este libro es encontrarse a sí mismo, todos los personajes se buscan a sí mismos en los espejos del mundo hecho pedazos, en especial el autor, que si bien no se encuentra a sí mismo, por lo menos encuentra lo que le gusta hacer y lo que le gusta es coger y escribir, este libro habla de la vida del escritor, de la experiencia de escribir. Miller es un escritor para escritores, inmediatamente te identificas con su pasión, con su odisea por convertirse en un buen escritor, como escritor te hace envidiar los pasajes de su vida narrados espléndidamente en esa prosa tan maravillosa y tan poética.
La verdad es que el libro es tan bueno que ninguna reseña, por muy buena que sea, le puede hacer justicia, las vidas que viven estos personajes son tan increíbles que no caben aquí, por lo que exhorto a todo el mundo a leer la obra de Henry Miller, les garantizo que será un viaje increíblemente placentero.
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